Ella le miró directamente a los ojos y le dijo:
- Sí, aquí estoy. Es verdad que mi corazón lo único que deseaba era venir hasta acá; pero yo no quería.
- ¿Y por qué haz venido entonces? – preguntó él con una cara que mostraba un fuerte dolor.
- Tú sabes como es papá, no hubo ninguna razón lo suficientemente factible para él. No le importó nada de lo que le dijimos con mamá, y así sin más me envió hasta aquí.
- Eso no te hace bien.
- Sí, lo se. No me hace bien ni física ni psicológicamente.
- ¿Por qué psicológicamente? – él pregunto sin entender.
- Eso ya no importa – dijo ella con tono de angustia – no le des más vuelta al asunto.
- Pero yo quiero saber, necesito saberlo – le respondió él deteniéndose en la acera.
- Bueno, te lo diré, pero caminemos. Yo creo que ya es suficiente con esto de estar enferma, de poderme sostener apenas, sentir como mi cuerpo cambia de temperatura constantemente produciendo un gran malestar; para más encima tener que venir aquí y encontrarme con tu rostro lleno de angustia por no poderme dar ese tiempo junto a ti que tú sabes que deseo, para eso mejor prefiero estar en mi casa sufriendo yo solita el sabor amargo de la soledad y el hecho que no estas ahí, porque por lo menos así tú estarías acá sin darte cuenta de lo que estoy padeciendo y nos estaríamos ahorrando esta conversación.
Él la miró tristemente sin comprender, ella sabia que él haría cualquier cosa por estar con ella; pero el punto es que él debe cumplir con sus otras prioridades, por lo tanto, nunca hará nada.
Sus ojos comenzaron a arderle, así que prefirió besarlo y decirle un “Hasta luego, Te amo mucho” y dio la media vuelta para marchar y así poder ocultar las repetidas gotas de agua salada que sus ojos iban derramando. Mientras en su mente no paraba de decir “Y ahora amor ¿Qué piensas hacer? ¿Prefieres quedarte ahí viendo como yo me voy para luego seguir tu camino? ¿O vas a seguirme para decirme que quieres estar conmigo”
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