Abrumada por la negativa por parte de su amor platónico Lorena observaba y escuchaba la canción. Era claro, su profesor la seguiría viendo como una niña y aún así el morbo provocado no era lo suficiente, por un lado estaba contenta no sería su primera vez dentro de una sala estrecha o encima de un escritorio.
- Esa canción me la dedico ella- Dijo al fin, luego de muchos minutos que la última nota había muerto- Hoy creí ver su rostro en una muchacha un poco más vieja que tu
- No estoy tan vieja, solo tengo veinte años
- Pero sigues en el instituto
- No por capacidades mentales- Aquello era cierto, hacia varios años se enfermo de tal manera que perdió dos años - Nunca más supo de ella?
- Hay historias que una ciudad nunca te dejará conocer...
Por primera vez en muchos años busco en el rincón olvidado de su abrigo, un bolsillo que quizás ni el mismo vendedor sabía que tenia el abrigo, todavía estaba allí la última cajetilla de cigarros que ella le dio, junto a otros pequeños recuerdos de ella, apenas se había fumado dos de los veinte que contenía, era extraño incluso que recordara que la tenía.
El día se le había presentado extraño, sus otros dos abrigos estaban sucios por las lluvias de los días anteriores y por un descuido de la lavandería tuvo que recurrir a su viejo abrigo de universidad, un maldito y jodido día de recuerdo donde cada cosa que hacía, vestía o miraba le recordaba a una mujer que hubiese dado su alma, vida y felicidad por olvidarla completamente... poderla desterrar de su memoria casi fotográfica.
- Toma, vamos a tomarnos un café los dos - Y le acerco la cajetilla de cigarros. Observo la mirada de Lorena - Sí, a veces fumo y esta marca esta descontinuada, no todo los días puedes fumar con el amor de tu vida, una marca vieja y cigarros con un extraño sabor a chocolate suizo.
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jueves, 25 de junio de 2009
viernes, 19 de junio de 2009
Ciudad del Romance
Las miradas sorprendidas de los alumnos se interrogaban unas a otras. Era extraño, jamás el profesor terminaba antes de lo estipulado, de hecho ni siquiera les había dejado algún trabajo o algo, el profesor Roberto no era de esos tipos, aún recordaban cuando llegó como todos los días puntual a la hora de clases con una enfermera a su lado y el suero todavía en su brazo.
A diferencia de sus alumnos que pensaban en él, Roberto no pensaba en ellos. Aún le revolvía la cabeza lo del collar y el hecho de que por más mentas que consumió aún podía percibir el olor a whisky escoces en su ropa y en su boca.
- Le pasa algo? - Pregunto una alumna entrando por la puerta de su despacho sin pedir permiso
- Señorita Lorena, dudo que eso le incumba - Le contesto algo consternado
- Vamos "profe", solo nos preocupamos por usted, esta bastante raro hoy...
- Soy humano
- Hasta hace algunas horas lo dudabamos - Lorena lentamente entro por la puerta cerrando la puerta con delicadeza. Se observo nuevamente, llena de inseguridades... labial nuevo, blusa escotada nueva, no llevaba sujetador y perfume nuevo - Hay algo en lo que le pueda ayudar
- Solo que no me vengas a coquetear como otras veces
Era ya sabido por todos que a Lorena le gustaba su profesor de Historia Europea, durante los dos semestres anteriores había tratado de estar junto a él de las maneras más increibles y hasta hacía muy poco tiempo decidio tomar el toro por las astas.
- Qué tiene de malo? - Pregunto jugando con un dedo en su boca. Entonces Roberto se sorprendío llevaba trenzas, las mismas trenzas que él le fascinaban...
A diferencia de sus alumnos que pensaban en él, Roberto no pensaba en ellos. Aún le revolvía la cabeza lo del collar y el hecho de que por más mentas que consumió aún podía percibir el olor a whisky escoces en su ropa y en su boca.
- Le pasa algo? - Pregunto una alumna entrando por la puerta de su despacho sin pedir permiso
- Señorita Lorena, dudo que eso le incumba - Le contesto algo consternado
- Vamos "profe", solo nos preocupamos por usted, esta bastante raro hoy...
- Soy humano
- Hasta hace algunas horas lo dudabamos - Lorena lentamente entro por la puerta cerrando la puerta con delicadeza. Se observo nuevamente, llena de inseguridades... labial nuevo, blusa escotada nueva, no llevaba sujetador y perfume nuevo - Hay algo en lo que le pueda ayudar
- Solo que no me vengas a coquetear como otras veces
Era ya sabido por todos que a Lorena le gustaba su profesor de Historia Europea, durante los dos semestres anteriores había tratado de estar junto a él de las maneras más increibles y hasta hacía muy poco tiempo decidio tomar el toro por las astas.
- Qué tiene de malo? - Pregunto jugando con un dedo en su boca. Entonces Roberto se sorprendío llevaba trenzas, las mismas trenzas que él le fascinaban...
sábado, 13 de junio de 2009
Ciudad del Romance
Amelia camino hasta el banco debajo de la palmera frente al viejo edificio gubernamental. Miro hacia todos lados buscando la confirmación a sus dudas, pero cuando pudo ver el corazón tallado en la palmera no pudo evitar sonreir. Hacia ya varios años su madre le había que en ese banco beso a uno de sus más grandes amores y que uno de esos tantos días que pasaban charlando las largas horas de ocio que tenian, tallaron sus nombres en la palmera aunque como siempre le decía "No era por amor, era una tarde aburrida, todos los moteles cerraron y sinceramente nos aburriamos mucho", aún así no podía evitar sonreir ante aquellos relatos de sus romances pasados antes de conocer a su padre.
- Amalia - Una voz a sus espaldas
- Sergio! - No era la respuesta que esperaba su interlocutor. Aunque en el fondo se había preparado
- No creí que todavía te importara eso - El mentado se acomodo a su lado dirigiendole una pícara sonrisa - No creo que sigas molestas con...
- Mi nombre es Amelia no Amalia - Dijo llena de coraje. La única manera de hacer que Amelia perdiera los estribos era cambiandole el nombre como solía hacer un ex novio de ella, al que realmente odiaba
- ¿Ni siquiera tu novio te puede llamar así?
- No tengo novi... - Pero la frase quedo atrapada por el repentino beso de Sergio - ¿No tienes mejor forma de declararte?
- ¿Eso significa que aceptas?
Y él día le sonrío, al parecer fue una muy buena idea llevarse el collar favorito de su madre aquella mañana...
- Amalia - Una voz a sus espaldas
- Sergio! - No era la respuesta que esperaba su interlocutor. Aunque en el fondo se había preparado
- No creí que todavía te importara eso - El mentado se acomodo a su lado dirigiendole una pícara sonrisa - No creo que sigas molestas con...
- Mi nombre es Amelia no Amalia - Dijo llena de coraje. La única manera de hacer que Amelia perdiera los estribos era cambiandole el nombre como solía hacer un ex novio de ella, al que realmente odiaba
- ¿Ni siquiera tu novio te puede llamar así?
- No tengo novi... - Pero la frase quedo atrapada por el repentino beso de Sergio - ¿No tienes mejor forma de declararte?
- ¿Eso significa que aceptas?
Y él día le sonrío, al parecer fue una muy buena idea llevarse el collar favorito de su madre aquella mañana...
jueves, 11 de junio de 2009
Ciudad del Romance
Primera Parte
Cápitulo I
Simplemente ya nada podía ser igual.
No entendía de que manera, pero su corazón palpitaba como si fuese un caballo de hierro, quizás una ilusión, una mala pasada por parte de su imaginación, pero algo le decía que no. La muchacha le miro de pies a cabeza, aún no podía explicarse como a una persona se le podía caer el cigarrillo de la boca y más aún, no darse cuenta de ello, pero ese "viejo" para ella era raro.
Amelia, en sus ya veintidos años de vida no había visto tipo más raro, aunque su cabello era negro con pocas máculas blancas parecia mucho más viejo de lo que sus ojos reflejaban. Fingio una sonrisa y paso a su lado teniendo mucho cuidado de pisar el cigarrillo de aquel extraño sujeto, no iba a ser aparte de lo raro fuera asqueroso, lo recogiera y lo volviera a fumar.
"Hoy va a ser un largo día" se decía para sí "Un maldito y largo día de mierda". Como todas las mañanas a eso de las 9 fue hasta la cafetería de la esquina cercana a la plaza principal de la ciudad en la mesa que ya era como suya donde siempre le aguardaba el mismo periódico de todos los días. Miro a la señorita que se disponía a servir el mismo café amargo, pero el hombre con un gesto de su mano le dijo que no.
- Hoy quiero un irlándes - Solo con aquella parca voz desgastada por el cigarro - Y con el escocés más fuerte que tenga
- De inmediato - La muchacha le miraba sorprendida, hace solo algunos meses que trabaja allí y todos aquellos días su jefa le decía que le debía de servir el mismo café colombiano con el crossant fresco y tenerle su períodico favorito en aquella mesa. Pero ordenes son ordenes y el cliente siempre tiene la razón.
"Hoy realmente necesito un largo y buen trago".
Y la mañana paso luego de tres cafés. Algo le agitaba el estómago, como si fuesen caballos corriendo dentro de él. Pero con el lío que tenía en su cabeza, poca o ninguna importancia le daba. "Muchos años sin verla y le regala el collar que le hice con tanto esmero a una cría...".
Cápitulo I
Simplemente ya nada podía ser igual.
No entendía de que manera, pero su corazón palpitaba como si fuese un caballo de hierro, quizás una ilusión, una mala pasada por parte de su imaginación, pero algo le decía que no. La muchacha le miro de pies a cabeza, aún no podía explicarse como a una persona se le podía caer el cigarrillo de la boca y más aún, no darse cuenta de ello, pero ese "viejo" para ella era raro.
Amelia, en sus ya veintidos años de vida no había visto tipo más raro, aunque su cabello era negro con pocas máculas blancas parecia mucho más viejo de lo que sus ojos reflejaban. Fingio una sonrisa y paso a su lado teniendo mucho cuidado de pisar el cigarrillo de aquel extraño sujeto, no iba a ser aparte de lo raro fuera asqueroso, lo recogiera y lo volviera a fumar.
"Hoy va a ser un largo día" se decía para sí "Un maldito y largo día de mierda". Como todas las mañanas a eso de las 9 fue hasta la cafetería de la esquina cercana a la plaza principal de la ciudad en la mesa que ya era como suya donde siempre le aguardaba el mismo periódico de todos los días. Miro a la señorita que se disponía a servir el mismo café amargo, pero el hombre con un gesto de su mano le dijo que no.
- Hoy quiero un irlándes - Solo con aquella parca voz desgastada por el cigarro - Y con el escocés más fuerte que tenga
- De inmediato - La muchacha le miraba sorprendida, hace solo algunos meses que trabaja allí y todos aquellos días su jefa le decía que le debía de servir el mismo café colombiano con el crossant fresco y tenerle su períodico favorito en aquella mesa. Pero ordenes son ordenes y el cliente siempre tiene la razón.
"Hoy realmente necesito un largo y buen trago".
Y la mañana paso luego de tres cafés. Algo le agitaba el estómago, como si fuesen caballos corriendo dentro de él. Pero con el lío que tenía en su cabeza, poca o ninguna importancia le daba. "Muchos años sin verla y le regala el collar que le hice con tanto esmero a una cría...".
martes, 2 de junio de 2009
Ciudad del Romance
Nota del Autor:
Aún a la espera de aquella introducción por alguien muy especial para mi, narrare una corta historia de amor (Bueno, no tan corta), dependiendo de la critica que reciba, la continuare luego o no...
Saludos
Atte
Leonoric Leonhart
Introducción
De algo que aquel hombre vivía era de la rutina, un plan trazado con mucho esmero como si se tratase del mejor de los artesanos, todas las mañanas era el mismo crossant con café amargo en la cafetería de la esquina cercana a la plaza principal de la ciudad en la mesa que ya era como suya donde siempre le aguardaba el mismo periódico de todos los días. En fin, un hombre de rutinas.
Bordeaba ya los cuarenta y tantos años y durante los últimos treinta seguía el mismo ritual de todos los días. No era el hecho de que su vida fuera aburrida o monótona, sino que aquello verdaderamente le relajaba. Tenía el poder de todos los aspectos de su vida y los manejaba como si fuese el mismo creador quien moviese los hilos.
Pero siempre algo acontece, y en esta historia no es aquella que se despega de esa regla.
Aún a la espera de aquella introducción por alguien muy especial para mi, narrare una corta historia de amor (Bueno, no tan corta), dependiendo de la critica que reciba, la continuare luego o no...
Saludos
Atte
Leonoric Leonhart
Introducción
De algo que aquel hombre vivía era de la rutina, un plan trazado con mucho esmero como si se tratase del mejor de los artesanos, todas las mañanas era el mismo crossant con café amargo en la cafetería de la esquina cercana a la plaza principal de la ciudad en la mesa que ya era como suya donde siempre le aguardaba el mismo periódico de todos los días. En fin, un hombre de rutinas.
Bordeaba ya los cuarenta y tantos años y durante los últimos treinta seguía el mismo ritual de todos los días. No era el hecho de que su vida fuera aburrida o monótona, sino que aquello verdaderamente le relajaba. Tenía el poder de todos los aspectos de su vida y los manejaba como si fuese el mismo creador quien moviese los hilos.
Pero siempre algo acontece, y en esta historia no es aquella que se despega de esa regla.
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