"... Se detuvo cuando sus pasos la llevaron a la pared opuesta de la habitación, la observó al menos diez segundos con la mirada de quien está teniendo una seria y no muy agradable conversación consigo mismo: un tanto distante, como era común en ella, y algo enfurruñada. Y es que tenía una razón para estar de ese humor ¡Y qué razón! De no ser porque resultaba mortificante se habría detenido más a disfrutar de esa razón que la tenía despierta a esas horas inhumanas de la madrugada dando vueltas por la habitación de su apartamento en Dublín. ¡Pero es que era una ridiculez! Sin mencionar el bochorno de haberse quedado medio minuto contemplando através del cristal a aquel hombre ¿desde cuándo ella se quedaba mirando perdida en los ojos de cualquier hombre? Precisamente ella. ¡Ella que había rechazado a todos los hombres que una mujer puede rechazar en seis años! Desde su ciudad natal hasta la lustrosa capital, conocidos y desconocidos, de las calles y de la universidad; en total, como a su hermano le gustaba exagerar solo para molestarla, más de la mitad de los hombres del país y ni que decir de los extranjeros.
Volvio a detenerse cuando estuvo a punto de chocar con la ventana, en el otro lado de la habitación, y miró al exterior. El pequeño parque frente al edificio siempre la tranquilizaba, tan verde como no podía serlo otra cosa fuera de Irlanda, tan verde como los ojos que la habían mirado escrutando en lo más hondo de su alma. Que los Tuathan de Daanan* la protegieran pues parecía que sus más profundos secretos hubieran sido desvelados. Ella jamás pedía a los Dioses ni consejo ni ayuda pues los tiempos nunca podrían ser tan negros como para llegar a ese punto, pero por "Ellos" que daría su posesión más valiosa por unas palabras de consuelo de su santa patrona, Morrigan, pues habían sido los ojos de un Dios los que habían robado su voluntad..."
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*Nombre de los Dioses de la mitología celta así como Olímpicos eran los Dioses griegos.
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